Beatriz Zamora: Vida-Visión-Obra

Francisco Hernández Zamora

Artista plástica mexicana de gran trayectoria profesional, ha destacado por la gran originalidad y poderío de su prolífica obra monumental realizada durante más de treinta años a partir del concepto estético de El Negro, que ella ha construido con dicha obra. Al final de este recorrido, hoy, observamos la extrañeza de dicho concepto que articula de forma sui generis cuatro núcleos culturales. Cada uno de ellos está vinculado a distintas dimensiones de espiritualidad.
Desde el punto de vista estético-formal del arte contemporáneo inscrito en la visión occidental, su obra minimalista y primitiva a la vez, sugiere una fuerte evocación lúdica e intuitiva del materismo y del arte povera, así como un cerrado acrisolamiento lírico conceptual–abstraccionista. Sin embargo, en su búsqueda del absoluto, su obra y concepto, aparentemente restringidos a la doble limitación de la monocromía y del negro, rebasaron la radicalidad de todo ello, al transgredir las convenciones que rigen el código de la investigación estética en la creación moderna, como ha dicho Gérard-Georges Lemaire. En esto radica su originalidad irrefutable. Como ejercicio espiritual, Beatriz Zamora ha conseguido un refinamiento intelectual, sensible y existencial semejante al de los protagonistas de las aportaciones estéticas arriba mencionadas, y con las que ha sido asociada. En la escala histórica, este desarrollo espiritual se realiza de forma vertiginosa en cada nueva ocasión, a través de la vida de cada artista y de su contexto psico–social. En la maestra Zamora, además de su historia personal, ligada al contexto en el que creció, está asociada la peculiaridad de los recios materiales de trabajo con los que comulga y dialoga: el carbón mineral y vegetal, el negro de humo, el carburo de silicio, la acerina, la obsidiana, etc. Sobre este punto, ha girado principalmente la opinión crítica acerca de su obra.
Siendo una obra sin concesiones, de vigencia desconcertante y valor universal, sorprende la evocación espiritual de nuestras raíces y la riqueza del México profundo impregnado de la espiritualidad vivencial nosótrica. En los 70, Carlos Lenkersdorf descubre que el ‘Nosotros’ representa un principio organizativo de la cultura y sociedad tojolabal que nos hermana como humanidad con la vida, con la tierra y con el cosmos. Con Beatriz Zamora este hecho se ilustra en la evolución de su obra magistral en la segunda mitad de los años setenta. La tierra y el carbón son los materiales que poéticamente hermanan sus circunstancias de vida y el cultivo de una sensibilidad y conciencia profundas de nuestras raíces. Con esto también, su obra entra en comunicación con Sor Juana y con Rosario Castellanos, quienes dejaron muy claro con su vida, visión y obra, en el escenario de la cultura nacional, lo que significaba el estigma de ser mujer además de mexicana. La genialidad se sustenta en la profundidad y no en la extravagancia. Es comprensible que este punto sea el menos abordado de la obra de la maestra Zamora y sus congéneres, pues en ello está implícita su tarea de deconstruir la colonialidad cultural nacional. Frente al elogio del individualismo de la modernidad, la relevancia del paradigma civilizatorio nosótrico, aún está por ser comprendido, entre otras cosas debido a que es un proceso milenario realizado mediante un ejercicio de refinamiento vivencial comunitario que está hecho desde los pueblos y su vínculo con la tierra mediante el trabajo.
Ligado a esto, en una escala más amplia, el tercer núcleo espiritual está conectado con la tradición mística de la sabiduría milenaria de los pueblos del mundo. Es la sutil interculturalidad profunda unificada en forma básica por el silencio, el vacío y el aliento. También desde la década de los setenta, poco a poco empezó a ser reconocida como espiritualidad transpersonal y ecológica. Es otro proceso milenario, realizado a lo largo de la historia por los pueblos y naciones de los diferentes contextos civilizatorios y asociado a los elementales energéticos de los ecosistemas de cada región del mundo.
Paradójicamente, es desde esta triple mirada de integralidad donde la obra y concepto de El Negro de Zamora se conecta, a su vez, con el punto de vista apasionado de la ciencia que trabaja sobre la materia y la energía oscuras. Temas de indagación constante por parte de Beatriz Zamora y al que también han hecho referencia sus críticos. Este ha sido un ejercicio espiritual fundado desde el intelecto de personalidades brillantes y grupos de trabajo de la comunidad científica internacional, cuyo periodo de máximo despliegue se ha dado durante los últimos 500 años. Frente al incremento vertiginoso de su desarrollo exponencial, nunca como ahora, el dilema de la ciencia radica en la mirada de integralidad que sirve para no perder el factor ético frente al poder avasallador del corporativismo bursátil. Como hasta ahora se ha visto, esto no podrá ser solucionado por la ciencia misma. La opción ética y ambientalmente sustentable está relacionada a su capacidad de protagonizar un Dialogo de saberes con las comunidades, circunstancia de la cual México ha sentado precedentes muy valiosos desde los setenta. 
De tal forma, en Beatriz Zamora, estos tres aspectos de El Negro: materia y energía oscuras, consideradas así por la astrofísica y la física cuántica; el enigmático negro alquímico, tan inquietante para la racionalidad económica; y el carbón mineral, vegetal y negro de humo, por otra parte, son una impresionante triada de elementos que lo mismo habla de la maravilla y el poder de la naturaleza-mente, que de la espiritualidad no convencional profunda, y de la codiciosa adicción de la modernidad a los energéticos, además de la miseria humana y la alteración de la naturaleza que esto misma provoca.
Por emerger e ir directo al corazón humano, desde una mirada posible de ser construida en nosotros, el arte de El Negro de Zamora es sublime. También es poderoso en la crítica de la inhumanidad que hemos propiciado desde nuestro ser, afectando nuestra economía, política y moral social globalizada.
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En escenarios de conmemoración nacional e institucional, es justo decir que México, al igual que América Latina, han estado inmersos en una modernidad derivada de un pasado de colonialismo económico que ha llegado a un presente de colonialidad cultural y de pensamiento, no menos devastador, en donde predomina la corrupción y la violencia institucionalizada. Aspectos que al parecer se han agudizado en esos lapsos cíclicos de tiempos de celebración. El último ciclo puede corroborarse dramáticamente en nuestro presente, y se inició en Chile por los Chicago Boys, también en los setenta.
Tal vez, todo lo anterior explica esa peculiar mirada, cognitivamente fragmentada y culturalmente esquizofrénica de la modernidad, que hace posible que lo profundo, lo básico de esa integralidad sui generis, sea ignorada o pase desapercibida, permitiendo, que durante sus ya más de treinta años de existencia, la obra de Zamora, sea digna y marginal al mismo tiempo. Estos aspectos se destacan porque la obra de la artista mexicana refiere el valor performático–vivencial de su ardua y apasionada elaboración, junto con las implicaciones disciplinarias y alegremente místicas de una guerrera impecable, así como los profundos alcances estético-filosóficos que la obra también conlleva.
Artista prolífica y concentrada en el trabajo, quizá esto último ha sido la causa de que desde su inicio y pronta premiación (1978), creara una fuerte polémica. La incomprensión injustificable y la admiración, caracterizan también de modo ambivalente su trayectoria. Tal paradoja impide reconocer como una cualidad especial de la sabiduría, aquella que vive el estado sano físico-mental del ser humano al experimentar el conjunto de la realidad como un todo unificado. Si una persona, un artista y aún más siendo mujer pone en evidencia con su obra la enfermedad y la mentira, es comprensible que sintamos la amenaza que ya trastoca los enmohecidos cimientos metafísicos de nuestra psique civilizatoria. ¿Hay acaso en el arte  un destino más apremiante, el artista tiene un sentido de vida mejor que éste?
Desde el corazón de la Madre oscura, mediante la vida–visión–obra de la maestra Beatriz Zamora, surge una estética y una ética amorosa de la viabilidad de la emancipación espiritual humana que puede nutrir la poscolonialidad latinoamericana. Eso otorga un valor universal a su obra y hace de ella una artista excepcional, como bien lo ha dicho Eduardo Rubio. El Negro es un homenaje a la historia del arte, a la vida desde el arte mismo, y está insertado en nuestra precaria realidad nacional y mundial.
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Estos tres libros de 100X100 con sus lacónicos subtítulos: Los limites del amor infinito, Los siete caminos del corazón, y ahora, La memoria recuperada, son evidencia, a la vez, de su sublime calidad y originalidad estética, de su claridad conceptual-literaria, y de la fortaleza de su implícita crítica profunda, serena, de carácter civilizatorio con respecto a la modernidad cosificadora y su estética neoliberal especulativa, de alto impacto voraz a escala global.
El poder del silencio sutil y del vacío amoroso de El Negro de Beatriz Zamora impide que la banalidad superficial de nuestros tiempos desenfrenados esconda la deshumanizante miseria espiritual vigente. De igual forma hace apremiante la transformación humana con sus posibilidades espirituales de integralidad transcivilizatorias desde lo básico y profundo.
05-05-2010